martes, 24 de enero de 2017

Mi experiencia como turista: El guía guiado.

En los últimos años he tenido la gran suerte de viajar y además hacerlo como guía de turismo, un arma de doble filo por aquello de la deformación profesional...

Samara, Moscú, San Petersburgo, el Camino, Vuelta a Sicilia, Roma, Vietnam, Camboya... en algunos de estos destinos tuve la suerte de dejarme guiar por profesionales, lo que me permitió conocer mejor cada rincón que visité y quedarme con un gran recuerdo de cada viaje, aunque a veces viajar también signifique superar obstáculos y si en tu pequeña aventura no te acompaña un buen guía, la foto final puede que emborrone todo el álbum...

Precisamente fue en mi último viaje a Camboya donde un solo momento estuvo a punto de arruinar el viaje por completo y todo porque en este caso el guía que nos tocó en gracia, no me dió el mejor de los consejos al provocar este un problema que quedó en nada pero que pudo haber sido un problema grave.


Ahora nos reímos al recordar la historia pero en el momento no nos hizo tanta gracia... Aquella mañana nos levantamos de madrugada para ver amanecer en los templos de Angkor Wat y mereció la pena...

La mañana continuó entre elefantes, templos, humedad, calor, monjes budistas, palos de selfies y monos... Claro, monos y mi afán por satisfacer mis curiosidades son una mala combinación, y allí estaba él, el mono más mono de todo Camboya mirándome con cara de "Eh, venga, no me digas que no te vas a hacer una foto comigo..."


En mi defensa diré que antes de que se me pasara por la cabeza acercarme al pobre animal al que unos monjes tenían atado a una piedra, le pedí asesoramiento a mi guía... Igual que como cuando de niños le preguntamos por la calle a los dueños de los perros que pretendemos acarariciar y les decíamos con cara angelical "¿Muerde?...".


Seguro que ya veis por donde voy... El guía sonrió y me animó a acercarme al animal diciéndome que era la mascota de aquellos monjes y que todos los niños que pululaban por allí jugaban con él...


Antes de que me diera cuenta ya tenía los dientes del monete en mi mano derecha, al girarme hacia mi guía, el muchacho ya no estaba tan sonriente al ver mi cara entre sorpresa y cabreo... y cangelo, para que negarlo, cuando la herida fue cambiando de color a medida que pasaba la mañana.

No era una gran herida pero mutaba de verde, a morado según le diera el sol y claro, ni eso ni la rabia, eran el souvenir que pensaba traerme de vuelta.


Pero bueno, al tema, mi guía no reaccionó. Yo soy guía de turismo y se que es un problema que a alguien del grupo que llevas le pase algo, pero son gajes del oficio con los que también hay que saber lidiar. Él no lo hizo. Me dejó terminar toda la actividad de la mañana sin recibir ningún tipo de asistencia sanitaria pese a que le trasladé en varias ocasiones mi preocupación por el aspecto de la herida.

Hasta que no llegué al hotel y conté en recepción mi complejo de Tarzán, no recibí atención médica. Todo lo que no hizo mi guía, lo hizo el personal del hotel donde pasamos nuestra estancia en Angkor.
Me trasladaron a un "centro médico" cercano al hotel y donde, pese a los pocos recursos, me atendieron como hubieran hecho en España.

En fin, al poco rato y después de hablar con mi seguro médico de viaje, estaba ya nadando en la piscina del hotel con una tirita en la mano y una inyección contra la rabia en mis venas.

Por suerte a los dos días volvíamos ya a casa, donde recibí siete vacunas más y la reprimenda del médico (y de mi señora madre) por andar metiendo las manos donde no debo...

Moraleja, si vuestro guía no tiene demasiado sentido común, tenedlo vosotros... ah, y contratar un seguro médico, por si los monos...

¡Hasta la próxima!

No hay comentarios:

Publicar un comentario